Sergio es profesor del Área de Comunicación. Participativo y muy colaborador; audaz narrador de cuentos. No existía clase en que no interviniera, buen amigo en su equipo de trabajo que lo conformaba Carlos, Ana y Fredy.
Sergio nació el año de 1961, en la provincia de Andahuaylas, departamento de Apurímac. Realiza sus estudios de educación secundaria en el Colegio Nacional Gregorio Martinelli, del distrito de Talavera. Se gradúa como Licenciado de Educación, en la especialidad de Lengua y Literatura en la Universidad Federico Villarreal (1982 – 1987). En esta casa de estudios, fue uno de los fundadores de la revista literaria Sirka. Actualmente, es docente en el Centro Educativo 7069-César Vallejo de San Juan de Miraflores e instituciones de nivel superior. Tiene cuentos inéditos que serán publicados muy pronto.
Tú entenderás que la vida es dura, difícil. Tú comprenderás que tenemos una vida inútil, rutinaria. Los seres humanos, entiendes Sergio, somos como Sísifo que cargamos nuestra pesada roca hasta la cima de una montaña, desde donde la piedra vuelve a caer por su propio peso y nuestro trabajo empieza nuevamente y volvemos a bajar con paso lento hacia el mismo tormento cuyo fin no conocemos. Pero en cada momento que abandonamos la cima, somos superiores a nuestro propio destino y nos hacemos más fuerte que nuestra inseparable roca.
Tengo que admitir, Sergio, que a veces me gustaría ser como tú. Recuerdo que me contaste historias relacionadas a la filosofía y me viene a la memoria una que está en la tensión entre el cambio absoluto heraclitiano y el distanciamiento existencial del hombre. Recuerdo, perfectamente, que me narraste esta interesante historia:
“Un hombre que estaba haciendo el amor con la mujer de su mejor amigo, oye que aparca un coche frente a la casa. El hombre se oculta en el armario. El marido entra, va hacia el armario a colgar su casaca y, al encontrar a su amigo desnudo, le dice:
- Jeremías, ¿qué haces aquí?
Jeremías se encoge de hombros, pusilánime, y contesta:
- En alguna parte tengo que estar ¿no?”
Entonces me explicaste, Sergio, que en esta historia había una respuesta dialéctica a una pregunta existencial y me dijiste que tú, yo y las cosas estamos en el movimiento, no estamos en la eternidad, vivimos en una naturaleza llena de contradicciones y en constante cambio que solo él es eterno. Y si no hubiera un constante juego entre los contrastes, el mundo dejaría de existir, Sísifo dejaría de ser Sísifo y no habría diferencia entre la vida y la muerte.
A propósito de la vida y la muerte, afirmé que no había verdadera diferencia entre ellas y tú me preguntaste irónicamente:
- Y si no hay diferencia, ¿por qué no te mueres?
- Por eso – te contesté – porque no hay diferencia.
Así pasamos los días meditando y hablando en torno a la filosofía, esta madre bendita de todos los conocimientos lógicos e ilógicos, y tú, Sergio, nuevamente, me narraste esta anécdota del filósofo Aristipo, a quien conoces muy bien:
“Cuando un mercader acaudalado le pidió a Aristipo que se encargara de la educación de su hijo, éste le exigió a cambio una paga de 500 dracmas, una cantidad que al otro le pareció exagerada.
- ¡Por esa cantidad de dinero podría comprarme un buen burro! – le dijo, molesto.
Y Aristipo le replicó:
- Hazlo y tendrás dos buenos burros en casa.”
Otra vez me explicaste, Sergio, que en esta historia también había una respuesta dialéctica a una indiferencia existencial del mercader…Y te corté la palabra para decirte que en esta historia no sólo habían dos, sino tres burros, y me preguntaste:
- ¿Quién era el tercer burro?
- El mercader – te aclaré.
Cuando el frío de Lima se hacía más intenso y el día se cubría con su manto negro, entonces, terminaban las conversaciones entre Miguel y Sergio y, cada cual, se retiraba a sus respectivas casas para, posiblemente, seguir meditando a solas. Ambos se despedían, siempre, de una manera particular e irónica:
- No te olvides,”Heráclito”, grabar, el día que me muera, en la lápida de mi sepulcro, la siguiente inscripción: “Aquí descansa quien os aguarda” – le decía Miguel, refiriéndose a Sergio.
- Tu tampoco olvides, “Sísifo”, grabar, el día que me muera, en la lápida de mi sepulcro, la siguiente frase: “Nadie se baña dos veces en el mismo agua de un río”; excepto, los muy pobres - le contestó Sergio.
Mientras tanto, en otro lugar del mundo, el gran científico Stephen W. Hawking, sucesor de Einstein y de Newton, lanzaba esta teoría: “En vista de que hay una ley como la de la gravedad, el universo puede crearse y se creará a partir de la nada. La creación espontánea es la razón por la que hay algo en lugar de nada, por la que existe el universo, por la que nosotros existimos”. Esto, hablando en cristiano, no es necesario invocar a Dios…para que el universo exista.
Sergio Soto Silvera